Dos leyendas interesantes para niños
La leyenda del unicornio
Hace muchísimo tiempo atrás, en otras épocas muy remotas, salvajes y fantásticas criaturas vivían y andaban libres por ahí. La más hermosa de todas ellas era el Unicornio, una criatura de color blanco, con cuerpo de caballo, barba de chivo, patas de antílope y un cuerno en la frente, que era perseguido permanentemente debido a los mágicos poderes curativos y de juventud eterna de éste último. Pero esta criatura no era fácil de atrapar, era muy rápida y ágil. La única forma de hacerlo, era recurriendo a los encantos de las inocentes doncellas, de corazón puro, a las que los unicornios se acercaban ingenuamente atraídos por su pureza y apoyaban la cabeza en sus regazos. De esta manera al estar distraídos eran atrapados por ambiciosos cazadores que les cortaban los cuernos, muriendo como consecuencia inmediatamente después. Así, progresivamente fueron desapareciendo y extinguiéndose todos los unicornios, siendo hoy tan sólo una hermosa y recordada leyenda.
La leyenda de las sirenas
Según la mitología griega las sirenas eran criaturas fantásticas con la mitad del cuerpo en forma de pájaro y la otra mitad de mujer. Eran compañeras de Perséfone y al ser raptada ésta por Hades, no lograron salvarla por lo que en venganza la madre de Perséfone, la diosa Deméter, las transformó en un hibrido, mitad mujer y mitad pescado. Vivían en la isla de Artemisa y tenían un canto melódico como el de los pájaros, sumamente atractivo, seductor, que llamaba la atención de los marineros, advirtiéndoles de los encantos ocultos del mundo submarino, engañándolos así para hacerlos caer en su trampa y devorarlos.
En la Odisea, el autor griego Homero relata que cuando el barco de Ulises navegaba frente a la isla Artemisa, él hizo que toda su tripulación tapara sus oídos con cera para no escuchar el seductor canto de las sirenas y caer en sus encantos maléficos. En tanto él no pudo tolerar su curiosidad y planificó una estrategia, se ató al mástil del barco y ordenó que no lo dejaran soltarse por nada. Ante esta frustración las sirenas se tiraron al mar ahogándose.